martes, octubre 24, 2006

LINIERS, UN GROSSO DE VERDAD

VISITEN AUTOLINERS, una historieta por día...y verán cosas como las que figuran a continuación...
Salú



























lunes, octubre 23, 2006

PASAJE ABIERTO...SIN RETORNO













Perico y el otro pendejito pasaban los viernes tipo cinco a buscar la teca. Perico era un cana cincuentón, zorro viejo, mañero y algo ridículo. Tenía unas gafas negras ultraberretas de plástico, con patillas de chapa grabadas con la palabra “Police”. El pibe estaba recién horneado de la Vuce. Un oficialito cara de nada, hombros metidos para adentro, pálido y petisón. Tocaban el timbre, yo les abría la puerta eléctrica apretando un botón colorado, y los vigis se mandaban a paso firme.
La primera vez fue a los tres días de abierto el Hotel. A mi me llamaron para laburar nueve horas, mil mangos, y franco y medio por semana. No estaba mal. Igual, para no banquinear, sigo con el relato. Nada, arranqué, un empleo tranqui: mover a las mucamas, recepcionar los pedidos de comida, mandar el frigobar a la pieza, avisar cuando se terminaban los turnos, y ese tipo de cosas. Sé que se mueren por saber si se escuchan los gritos, si me calentaba, si había tramposos, si había “cositas raras”. Para qué les voy a mentir. Había DE-TO-DO. Ni la más puta idea se dan. Vuelvo. El Hotel estaba catalogado como “residencial tres estrellas”, ya que estaba en zona céntrica, y por supuesto, no tenía todos los papeles al día. Por ende, recibíamos cada viernes, a estos dos parroquianos de la Tercera que se llevaban doscientos mangos. En todo caso si no pagábamos, podríamos recibir sospechosas inspecciones para ver si había menores en el establecimiento, por ejemplo. La cifra del pago duraría más o menos un trimestre. Si las cosas iban bien, el monto aumentaría a los tres meses posteriores y así sucesivamente. ¿Me siguen?
“Cómo anda compañero”, tiraba Perico, algo nervioso, mirando para todos lados. Le decía compañero a todo el mundo, ya que para él, todo el país era peronista. El otro boludo se ponía un metro atrás de la ventanilla. Era extraño nuestro contacto, porque el no me veía casi, gracias al vidrio espejado. Las "visitas" ya eran parte de mi rutina . Separar la plata, rodearla con una gomita, ponerla en un sobre de papel madera, esperar a que venga Perico, y ya. Listo el pollo, pelada la gallina.
Pasaron los viernes y los trimestres. “Cómo anda compañero”. “Bien Perico, en la lucha. Estresado. Viste cómo es este laburo”. Perico se cagaba de risa mientras pitaba como un animal. Uno de esos tantos viernes, parecía algo más nervioso de lo habitual. Encima había caído solo, sin su diminuto compañero. “Te tengo que pedir un favor”. “Decime Perico, no hay problema”. “Me tenés que hacer la gamba. Necesito un turno para hoy a la noche, tipo once. Es una colega que está más buena que comer pollo con la mano. Punto caramelo”. “Mirá, Peri, no quiero comprometerme..”. “Desde ya, desde ya. Noo te quiero meter en ningún quilombo pibe. Yo te aseguro que cobro y te hago un regalito. Una atención, viste”. “Si venís a esa hora, el trompa no aparece. Perico, tenés que saber una cosa. Esto yo lo hago porque vos sos un tipo piola. Pero ni a mis amigos les tiro un centro así. ¿Está claro?”. “Gracias flaquito”. “Venite mañana”. “Quedate muzza, que aparecer, aparezco seguro”. Nos reímos bajito, cómplices.
Exactamente a las once de la noche, escuché el timbre. Miro por el visor del telecomunicador, y ahí estaba Perico vestido de civil, junto a una mina de treinta pirulos, morochita. Les abrí. “Un turno por favor”. “Habitación 23. Primer piso, tercera puerta a la derecha”. “¿Qué te debo?”. “Veinticinco pesos. Sírvase”. Le entregué las llaves. Perico me guiñó el ojo mientras guardaba el vuelto de cincuenta que le pasé por debajo del vidrio divisorio. La acompañante realmente estaba buena. Y más para Perico, que estaba algo gordo, que tosía como un perro. Aunque su pelo engominado, su sonrisa permanente y su derroche de simpatía, supongo que algo de efecto habrían causado en la piba.
Había bastante laburo. Era viernes, principios de mes y hacía calor: la combinación perfecta. Me esperaba una noche agitada. Riiiiiinggg. Teléfono de recepción. Era Perico. Jadeaba, tembloroso. “Por favor flaco, llamá a una ambulancia. Te lo pido por lo que más quieras”. “¿Qué pasa Peri? No jodas…”. “Por el amor de Dios…”. Parecía que se iba a largar a llorar. Yo pensaba en el enorme quilombo en el que me estaba metiendo. Un cana que se había mandado una cagada soberana. Llamé. A los cinco minutos me caen los paramédicos. Le dije a una mucama que se quede en recepción, y que en caso de que llegue alguien, que diga que no hay más lugar, que la sala de espera está hasta las bolas y qué se yo cuanto. Subimos. Golpeo la puerta y me anuncio. Ambos responden y me dicen que pasemos, que los ayudemos por el amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Llaveo y abro. Increíble. El golpe de mi mandíbula contra el suelo debe haber causado un sismo grado siete en la escala de Richter. Los paramédicos se aguantaban la carcajada. La mina estaba en cuatro patas, con la cabeza tapada por una sábana, y Perico prendido por detrás. “No me puedo despegar. Estoy abotonado”. Esa frase la retengo hasta el último de mis días. Sigo. Uno de los ambulancieros fue de un pique hasta el móvil a traer una camilla. Perico no quería saber nada. La trajo igual. La pareja adherida en una pose poco sugerente fue tapada con una sábana de dos plazas blanca. Como pudieron, se subieron a la camilla. La escena era surrealista. Algunos curiosos se asomaban desde las otras habitaciones. Los dos tipos de la ambulancia los bajaron por la escalera, colorados, o porque aguantaban la risotada, o porque pesaban mucho. Me inclino por la primera. Un bulto blanco, como un enorme fantasma, haciendo equilibrio en un pedazo de plástico. Increíble. Se fueron. Le dije a los locos que no hagan mucho quilombo con la sirena y las luces, que me espantan a la clientela. Ni hablemos de los buchones del barrio, en especial los dueños de otros negocios, que podrían avisarle al dueño sin dudarlo. Un buen punto, pero dueño, con todo lo que ello implica.
Quedé muy intrigado por lo que pasó. La piloteé re bien. No tuve ningún problema. Pero la verdad, no veía la hora de que sea viernes nuevamente para verle la cara a Perico. Miércoles, jueves, viernes. Llegó el día. Timbre. Sorpresa: Peri no estaba, aunque sí su ayudante, el oficialito flacucho cara de nada. Pasa. Me saluda algo excitado. Le pregunto por el viejo. “¿No te enteraste? Se armó un jaleo de novela en la taquería”. Me sorprendió que haya usado la palabra “jaleo”. “Pasá”. Lo dejé entrar a mi habitáculo. Me miró algo extraño. Será por haberme visto por primera vez a la cara. “La cosa es muy complicada. Parece que Perico después de chamuyarse a esta minita, poli ella y muy bonita, concretó y la trajo para acá”. Asentí la obviedad. “Bueno, lo que pasó, es que el muy hijo de puta le hizo el orto a la pendeja, sin piedad. La mina que nunca lo había hecho, te imaginarás que sintió el impacto…”. “¿Y?”. “OK. ¿Viste que los llevaron en ambulancia, abotonados? Bueno, la piba no se qué problema tuvo en el ano… la cosa es que quedaron pegados. Les hicieron una pequeña intervención quirúrgica, nada del otro mundo. Y listo. Cada uno por su lado”. “Perdoname que insista, pero ¿qué carajo pasó después?”. El pendejito hizo una pausa, tomó aire, sonrió con algo de maldad y largó: “Se pudrió todo. Se la mandó completita. Resulta que los dos estaban de trampa. Él tuvo bardo a dos aguas. Con la mujer ni hablemos. Pero el tema es con la piba. La mina, poli como te dije, era la hembra del comisario nuevo, un viejo choto de quinientos kilos que le daba todos los gustos. Y para peor, el chancho nunca se la había puesto por la cola. Así que te imaginarás…”. Pensé que todo era una joda. Encima este turro parecía disfrutar de la situación. Me daba lástima Perico. “¿Y por qué no vino?”. “No vino y no creo que venga. El taquero éste se re calentó. Además tiene conectas en el Ministerio, en La Plata. Posta, posta. La cosa que el lunes a primera hora le solicitó el traslado. Mágicamente el martes ya tenía respuesta. Pobre Perico, lo mandaron a un puesto de policía vial en las afueras de Pedro Luro, así que ya debe estar por allá…”. El turro del miliquito se regocijaba. Yo me quedé estupefacto. Le pagué lo de siempre y se fue. “Nos vemos el viernes”. Me quedé pensando: “Pedro Luro”. Una de las calles más importantes de Mar del Plata. Un pueblo chico que queda cerca de Bahía Blanca. Capital Nacional del Ajo, de la Cebolla, o algo así. Bah, creo.

viernes, octubre 20, 2006

CROSS A LA MANDÍBULA (O QUÉ SIGNIFICA ESCUPIR SEGÚN ROBERTO ARLT)

















PALABRAS DEL AUTOR

Con “Los lanzallamas” finaliza la novela de “Los siete locos”.
Estoy contento de haber tenido la voluntad de tra­bajar, en condiciones bastante desfavorables, para dar fin a una obra que exigía soledad y recogimiento. Es­cribí siempre en redacciones estrepitosas, acosado por la obligación de la columna cotidiana.
Digo esto para estimular a los principiantes en la vocación, a quienes siempre les interesa el procedi­miento técnico del novelista. Cuando se tiene algo que decir, se escribe en cualquier parte. Sobre una bobina de papel o en un cuarto infernal. Dios o el Diablo están junto a uno dictándole inefables palabras.
Orgullosamente afirmo que escribir, para mí, cons­tituye un lujo. No dispongo, como otros escritores, de rentas, tiempo o sedantes empleos nacionales. Ganarse la vida escribiendo es penoso y rudo. Máxime si cuan­do se trabaja se piensa que existe gente a quien la preocupación de buscarse distracciones les produce surmenage.
Pasando a otra cosa: se dice de mí que escribo mal. Es posible. De cualquier manera, no tendría dificultad en citar a numerosa gente que escribe bien y a quienes únicamente leen correctos miembros de sus familias.
Para hacer estilo son necesarias comodidades, ren­tas, vida holgada. Pero, por lo general, la gente que disfruta de tales beneficios se evita siempre la molestia de la literatura. O la encara como un excelente proce­dimiento para singularizarse en los salones de sociedad.
Me atrae ardientemente la belleza. ¡Cuántas veces he deseado trabajar una novela que, como las de Flaubert, se compusiera de panorámicos lienzos…! Mas hoy, entre los ruidos de un edificio social que se des­morona inevitablemente, no es posible pensar en bordados. El estilo requiere tiempo, y si yo escuchara los consejos de mis camaradas, me ocurriría lo que les sucede a algunos de ellos: escribiría un libro cada diez años, para tomarme después unas vacaciones de diez años por haber tardado diez años en escribir cien razonables páginas discretas.
Variando, otras personas se escandalizan de la bru­talidad con que expreso ciertas situaciones perfecta­mente naturales a las relaciones entre ambos sexos. Después, estas mismas columnas de la sociedad me han hablado de James Joyce, poniendo los ojos en blanco. Ello provenía del deleite espiritual que les ocasionaba cierto personaje de “Ulises”: un señor que se desayuna más o menos aromáticamente aspirando con la nariz, en un inodoro, el hedor de los excrementos que ha defecado un minuto antes.
Pero James Joyce es inglés. James Joyce no ha sido traducido al castellano, y es de buen gusto llenarse la boca hablando de él. El día que James Joyce esté al alcance de todos los bolsillos, las columnas de la sociedad se inventarán un nuevo ídolo a quien no leerán sino media docena de iniciados.
En realidad, uno no sabe qué pensar de la gente. Si son idiotas en serio, o si se toman a pecho la burda comedia que representan en todas las horas de sus días y sus noches.
De cualquier manera, como primera providencia he resuelto no enviar ninguna obra mía a la sección de crítica literaria de los periódicos. ¿Con qué objeto? Para que un señor enfático entre el estorbo de dos llamadas telefónicas escriba para satisfacción de las personas honorables:
“El señor Roberto Arlt persiste aferrado a un realis­mo de pésimo gusto, etc., etc.”
No, no y no.
Han pasado esos tiempos. El futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo. Crearemos nuestra literatura, no conversando continuamente de literatura, sino es­cribiendo en orgullosa soledad libros que encierran la violencia de un “cross” a la mandíbula. Sí, un libro tras otro, y “que los eunucos bufen”.
El porvenir es triunfalmente nuestro. Nos lo hemos ganado con sudor de tinta y rechinar de dientes, frente a la “Underwood”, que golpeamos con manos fatigadas, hora tras hora, hora tras hora. A veces se le caía a uno la cabeza de fatiga, pero… mientras escribo estas líneas, pienso en mi próxima novela. Se titulará “El amor brujo” y aparecerá en agosto del año 1932.
Y que el futuro diga.

ROBERTO ARLT

EL ORGULLO DE DECIR NO II

















LA CORPORACIÓN

La Corporación es un nicho, un circuito cerrado.

La Corporación es espíritu de cuerpo, verticalismo.

La Corporación es una poderosa entidad que pelea por un interés común, homogeneizando, generando pertenencia, identidad y cohesión interna.

La Corporación es un monstruo pantagruélico, voraz como la propia Nada. Ningún resquicio queda a su paso. Es la adhesión o la marginación.

Sus objetivos pueden contraponerse con los de otra Corporación. Hay disputas, tironeos, que no necesariamente llegan a ser antagónicos.

La Corporación abarca todos los aspectos de la vida en sociedad, mediatizándola. Comprende iglesias, barrabravas de fútbol, karatecas, heladeros, taxistas, escritores de poesía, obreros de la construción, operadores de radio, biológos marinos, abogados, enfermeros, policías, camioneros y vendedores ambulantes, entre tantos otros.

Comprende jerarquías indiscutibles, escalafones, rangos.

Corporación es PODER.

Corporación es CONTROL SOCIAL, es mantener el agua en su cauce. Posee una brutal “normalidad”.

Pertenenecer a una de ellas significa obedecer, acatar, “formar parte de”, ponerse la camiseta, dar la vida por la insignia sin esperar nada a cambio, entregarse, ceder con abnegación.

Pertenecer implica “tener códigos”, hermetismo, secretismo, complicidad, encubrimiento. El silencio y la mirada al suelo son virtud. Quien no cumple, es “buchón”, “traidor”. En definitiva, “no es leal”.

Pertenecer implica, aunque no se desea en prima fasce, odiar, defenestrar, despreciar, discriminar, parcelizar, separarse de-Otro. Paradójicamente, esto fortalece el funcionamiento de las Corporaciones.

También significa obtener beneficios de todo tipo, desde económicos y laborales, hasta de la propia percepción egocéntrica del individuo, y el reconocimiento del Otro-grupal.

Se puede acceder de muchas maneras. Las más comunes: lazos de sangre, de amistad, de obsecuencia, de obediencia. Puede haber excepciones (excepcionales).

En un lugar donde es regla, hábito y hasta ley implícita, no pertenecer a una de ellas significa estar absolutamente desprotegido en el espacio social. Se traduce en una vulneralibilidad-negatividad completa: no trabajar, no estudiar, no comer, no vida, no-acceso…no-no-no...

Quienes no pertenecemos, estamos orgullosos de estar afuera. Y nos cagamos en ellas, aunque pagemos un precio alto por eso. Nos nos importa saltar al vacío por encima de sus retenes.

Somos mercenarios cobardes e irrespetuosos, que nos burlamos de sus líderes, que no tenemos parientes influyentes y si los tuviéramos, los estafaríamos.

Si es necesario, nos traicionaríamos a nosotros mismos.

Las creaciones humanas más “auténticas”, como las Corporaciones, tienen como objeto encerrojar el espíritu, acumular poder e imponer ideas e intereses mezquinos. Y no estamos dispuestos a colaborar en tan miserable tarea.

TODO LO QUE NO TIENE IDENTIDAD SOBREVIVE.



EL ORGULLO DE DECIR NO



A LOS ESPÍRITUS LIBRES

Ácratas, librepensadores, iconoclastas, timadores, egoístas no ególatras, estafadores, artistas, chulos, mentirosos y advenedizos, ¡escuchad!..

La vida es placer, disfrute. Es hacer lo que uno realmente quiere y desea con toda el alma, sin ataduras.

La vida es nuestra y de nadie más. Nos pertenece, qué joder!

El mundo nos proporciona a diario dosis contundentes de espanto, muerte, infelicidad, crueldad y sufrimiento. Ese bombardeo incesante de excremento nos genera una profunda angustia.

Como bien dijo alguna vez Sigmund Freud, para paliar el malestar, disponemos de nuestra voluntad para evadirnos.

Las actividades artísticas, la instrospección, el ascetismo, el goce físico, las cumbres del placer, las percepciones distorsionadas, las pulsiones, los caudales de energía, deben liberarse sin pausa.

Los convencionalismos sociales encorsetan, maniatan nuestra felicidad.

El principal enemigo: el trabajo asalariado.

Necesitamos del dinero para sobrevivir, eso es indudable. Pero también necesitamos, como los peces el agua, libertad.

Traduzcamos: libertad igual a ocio. El ocio no es ni creativo ni productivo. Es ocio y punto. Es nuestro principal derecho. Nadie debe decirnos qué debemos hacer con Él.

Por lo tanto, debemos proveernos del sustento diario de la manera menos dolorosa posible, evitando principalmente el desgaste corporal, que nos recorte nuestra capacidad de disfrute.

Si la lana viene a cambio de algo placentero, inmejorable situación.

Si hay que “sacrificarse” (horrenda palabra), hay que hacerlo de la manera más beneficiosa posible (para nosostros).

Por eso: asaltad oficinas públicas, contratos fantasmas, cargas horarias irrisorias, becas y pasantías truchas, ayudas de ONG´s.

Es importante el no-compromiso.

Así podrás leer, escribir, pintar, actuar, tocar un instrumento, amar, practicar un deporte, robar, incendiar una iglesia, confeccionar títeres, coger, asesinar, o simplemente perder el tiempo.

HAZ LO QUIERAS, SERÁ TU LEY.

miércoles, octubre 18, 2006

SUPERACIÓN

Señoras y señores:
Tengo en mi poder "SUPERACIÓN", el último disco de Mister América, probablemente la mejor banda de rock de Argentina.
Para quienes no son platenses, o no hayan vivido allí, no saben lo que se pierden.
Por lo pronto, tiene un sitio web donde pueden conocer ( Y BAJAR) algo de su obra.
Salud.
Disfrutenlos.
Gracias Mr. A.!!!



martes, octubre 17, 2006

QEPD



















Pasó con Rosas, Alberdi y con Evita, entre tantos otros. Ahora con Juan Perón.
¿Somos necrofílicos?
¿Muestra algo de nuestro costado perverso?
¿Qué es esa fascinación por la muerte?
¿Por qué?

domingo, octubre 15, 2006

SHHH!!!



Siempre detesté el prusiano crepitar de tus pasos por la galería. Punzantes, prolijos y perfectos.
Hoy no escucho nada.
Todo es vacío.
Afonía.
Mutismo.

Todo es silencio

sábado, octubre 14, 2006

100% ARGIE...

Ni el dulce de leche, ni la birome, ni el tango ni el colectivo, son tan representativos como nuestro Héroe: RAFAEL DI ZEO.












Acosado. Di Zeo demuestra una vez más su inocencia.

















Laburando. Dando la vida por los colores.

CHE, FUERA DE JODA...¿Y SI ES?

¿Se imaginan qué quilombo se arma si la Holgado resulta ser la hija del Primer Trabajador?
¿Qué opinión tendrán Isabelita y los beneficiarios de la herencia (incalculable, por cierto)?












Papi y la Nena

viernes, octubre 13, 2006

GARGAJITO



















Juan, para los amigos.


"Quien tome merca con un billete, no sólo deberá sentir tronar el escarmiento, sino que es un estúpido y un inverbe". Perón, Juan Domingo; "Aforismos desde Puerta de Hierro", Madrid, 1971. Reedición de Bonasso Editorial ("Lopecito fue el culpable de todo. El viejo es el Viejo".) Primavera Kirchnerista, Río Gallegos, 2006/20...

PASTILLAS CELESTES


Francisco Bochatón.

Pensando sólo en vos
me siento solo
mi vela se apagó
voy a servirme vino
pastillas celestes
no sé qué escribir
me siento solo
cómo calla el ángel de mi alma
cómo grita la serpiente de mi mente
tus cosas están quietas
siempre solo
me afecta todo un poco
se me acabó el vino
la tormenta que imagino es gris
y se lleva todo
pasa por la puerta y te arrastra a vos
me perturbó esta canción
hace dos horas que estoy llorando
voy a llamar

sábado, octubre 07, 2006

AMIGOS AND FRIENDS


Nobleza obliga. Como no tengo un sitio destinado a otros sitios, directamente lo posteo.

Tenemos al "nostálgico-humano" de ¿Qué pasa por la calle?

Al Holden Caufield del Cazador oculto

A la limadura radial de Hoy no se fía

A los certeros disparos de Crudos

A la jodedora actitud de Escritos volátiles

A la sordidez del Lobo estepario

A la mirada única de Soy Curiosa

A la destreza de Cada muerte de obispo

A la mística de Radio Estación Sur

Al torrente hormonal de Síndrome de nido vacío

A la rabia de Un alivio

Al vuelo lisérgico de Liniers

Recomiendo fervientemente el sitio de la artista Renata Palubinskas, que es de puta madre.

FRASES PERIODÍSTICAS PELOTUDAS

NECESITAMOS TU COLABORACIÓN PARA ARMAR EL PRIMER COMPENDIO DE FRASES/VICIOS DE NUESTRO AMADO PERIODISMO...SERÁN PUBLICADAS.
JACK LO PROMETE

"Vuelvo a repetir"
"El mundo-Boca/River/Aldosivi/"
"Digo, reitero"
"Me parece que..."
"Está cortado el tránsito y la policía NO HACE NADA"...a continuación...
"Una violenta represión policial"
"Esto es un llamado a nuestras autoridades"
"La justicia lenta de nuestro país"
"Los chicos de la calle"
"Buen partido, ¿no?"
"Lo cierto es..."
"El saldo es de 40 muertos"
"Fue un crimen a sangre fría"
"El citado nosocomio"
"No sin esfuerzo"
"Marcado interés"
"Abigarrada multitud"
"Dantesco incendio"
"Los agentes del orden"
"No apto para cardíacos"
"Nutrido intercambio de disparos"
"Frondoso prontuario"
"Paciente investigación"
"Concienzudo análisis"
"Pertinaz llovizna"
"Violenta colisión"
"Insospechadas derivaciones"
"Breve, pero emotiva ceremonia"
"Apretada síntesis"
"Categórica derrota "
"Desenlace fatal"
"Rauda marcha"
"Tensa calma"
"Digno de mayores elogios"
"Hizo caso omiso"
"Palomitas blancas"
"Colombianización del país"
"En Brasil no hay clase media"
"El milagro chileno/alemán/japonés"
"La garra charrúa"
"La enjundia guaraní"
"Una medida que tuvo alto acatamiento"
"Se salvó milagrosamente"
"Una muerte absurda"
"El tiempo es tirano"
"El país cafetero/azteca/oriental"
"El ritmo carioca"
"Un raid delictivo"
"Síndrome de Estocolmo"
"Un aplauso cerrado"
"Se despidió a lo grande"
"El joven transgresor"
"La diva"
"En el marco de..."
"Un tema tabú"
"Una fuga cinematográfica"
"Digna de Hollywood"
"Un tema que preocupa a todos"
"Un debate pendiente"
"Un final reñido"
"Resultado abierto"
"Setentista"
"Años de plomo"
"Nuevo cine argentino"
"Desbaratan banda"
"La misteriosa desaparición"
"Los malvivientes fueron apresados luego de un intenso tiroteo"
"Tenemos que lamentar otra muerte inocente"
..."fue trasladado al nosocomio, en donde le detectaron politraumatismo de craneo"






PD: Nada que ver con la consigna, pero una de las mejores e ingeniosas frases periodísticas, se la debo al gorilazo de Pablo Sirvén. En una ocasion, escribió una nota en Noticias donde caracterizaba a un conductor pedorro, de un programa pedorro típico de verano (ver nabo de fotografía), mateykístico, de tener un "preocupante alto perfil" debido a su insoportable carácter. Fenomenal. Clap clap clap.












Matías Santoianni. Profesión: Pelotudo.




viernes, octubre 06, 2006

ES DE QUESO ROQUEFORT?

No voy a despertar en el mundo real
No voy a regresar…jamás
El mundo es un lugar azul
El mundo es un lugar sin luz
-el sol es verdad-.

No voy a caminar en tu sombra
y no te voy a ir a buscar
el mundo gira desde ayer (en mi cabeza)
el mundo es como una pared
-el sol es de verdad-.

El mundo es un lugar normal
no voy a regresar, al mundo real
no voy a despertar…jamás
El mundo es un lugar azul
El mundo es un lugar sin luz
-el sol es verdad-.

El mundo es una estrella
y no es un plato volador
el sol es una nave
y no es de queso roquefort
-el sol es de verdad-.

"El sol", Bicicletas, "Deslízate naranja", 2003.

NO SABÉS LO QUE FUE...

No sabés lo que fue. Increíble. Tipo dos y media de la mañana, estaba recostado en la sala de médicos, mitad dormido, mitad de cigarro colgando de la boca. Tenía las patas cruzadas, con los pies apoyados en la mesita. Al rato, viene Margarita y me dice: “Venga rápido doctor. Hay una chica con problemas”. Esta última palabra me generó más interrogantes, entre el humo del tabaco y el sopor de las 48 horas de guardia seguidas que hago por unos pocos pesos. Cuando me levanté, recordé que me deben 3 meses. Y que no estoy contratado. Pero eso lo dejo para otra día.
La ví sentada en la camilla, pálida, ojos saltones, brazos rígidos, espalda tieza. Me acerco. “Madrecita, ¿qué le trae por acá?”. “No me siento bien, doctor”, sentenció inmutable, con la mirada perdida, enfocando algún punto de fuga desconocido. “Aguantame un cachito mi china, que ya regreso”. Le pregunté a Margarita los datos de la paciente. “Se llama Marta Kislowski. Tiene 27 años y parece que tiene epilespsia. Es de por acá cerca, de El Palomar. Por lo menos me dijo eso”. Volví a la sala de guardia. Comencé a revisarla. De pronto, mientras le miraba las pulpilas, empezó a temblar. Cada minuto se ponía más tensa. Le hablaba. “¿Me escuchás Marta?”. Nada. Parecía entrar en trance. Sacudía el cuello en forma centrífuga. Los ojos se le volvieron completamente blancos. Pedí ayuda de inmediato. Llegó Tato Laguniak con Margarita. No la podíamos sostener. Balbuceaba sonidos guturales con un timbre de voz muy grave, gravísimo, como si fuera un tipo. “¿Qué carajo pasa?”, preguntó Marlene, la chica de admisión, que se asomó por la puerta vaivén algo incrédula. “¿Y qué te parece?”, disparó Tato, con la amabilidad característica de los polacos.
El asunto es que la flaca, empezó a golpearse la espalda contra la camilla y a levantarse de inmediato. Como si rebotara. Como si hiciese abdominales. Le dimos tres tranquilizantes para voltear una manada de rinocerontes, más o menos. Nada, che. Pasaron tres, cinco, ocho minutos, no sé. Cayeron 2 médicos más que estaban de guardia en neo y obstetricia. El pajero de Willy filmaba con el celular. Marlene me llamó “urgente doc, urgente”. Dejé el mando a los otros. Le di una patada al vaivén al estilo cowboy. Me esperaba una vieja de 65 años aprox. Resultó ser la abuela de la chica. “Mire dotor, la nena tiene un problemita, ¿sabe?”. Me quedé mirándola esperando el remate de la frase, ya que su afirmación era, por lo menos, bastante obvia. “Está poseída. Es culpa de esos umbanda con lo que anda”. No sé qué cara debo haber puesto. Pero no supe qué decir. A los 30 segundos de mi silencio me preguntó si podía llamar al padre Basilio, un cura polaco redentorista muy conocido en El Palomar por su “espiritualidad”. Le dije que sí sin pensar realmente en lo que estaba haciendo.
Volví a ingresar a sala. El cuadro no había cambiado, más bien se mantenía o empeoraba. Me dicen que le dieron otra pastenaca y que parecía que le daba más fuerzas todavía. En esos momentos, Roberto baja de la ambulancia a un accidentado en moto, con fractura expuesta de fémur y el cuello hecho polvo, según sus palabras. Pido ayuda. De una lo mandan al quirófano. Bajan semidormidos los traumatólogos. El tipo estaba inconciente y sangraba por todos lados. Entra el padre Basilio a paso firme y me encara con autoridad papal: “Doctorr, necesito el parrte médico de la yica Kislowski”. “Mire padre, esta muchacha no tiene nada. No encuadra con ninguna patología médica. Lo único que me dijo es que tiene epilepsia, pero no posee esas características. Ahora, la abuela me dijo que estaba poseída”, mientras se me escapaba pícara, una sonrisa. No le gustó nada al cura. “Esto es serrio doctor. No es para hacerr chistes”. Bajé la vista, como cuando era chico y los salesianos me tenían cagando. De pronto, la piba empezó a increpar a Basilio. “Aaaarrrghhhhhhhh. No podrás conmigo!!!!…Ñaajñajajajñajñaj”. Quedé estupefacto. Esa risa era como las de las películas de terror. Demoníaca. Su cuerpo se contorsionaba a cada instante con una fortaleza inusitada. Sacudía la cabeza, bramaba como una animal salvaje. Mientras tanto, el padre Basilio rezaba una oración en polaco con los ojos cerrados, y la apuntaba sin cesar con un crucifijo de bronce. “¡Vete de aquí Satán! ¡Abandona este cuerrpo por el amorr de Dios! Lleva tu crrueldá a otra parrte!”. En la mano izquierda sostenía una pequeña Biblia encuadernada de cartón negro. Yo simplemente asistía el espectáculo junto a mis compañeros, a unos 2 metros de la acción verdadera. Marta bramaba. Gemía. Vociferaba improperios en polaco, según me apuntó Tito, hijo de inmigrantes de la ciudad de Lodz. La voz era estridente, cambiante. De grave a hiperaguda, de hiperaguda a estomacal, visceral. Willy filmaba sin parar. Retomo por un segundo la lucidez y veo que somos más de 10 los plateístas. El chabón que se dio el palo en la moto, quedó desmayado por la pichicata que le dieron para que no joda. El cura seguía con la arenga, impregnada de su acento: “Vete, vete, veteeee!!!! No erres fuerrrte parra enfrrentarrme!!!”. De pronto, la muchacha golpeó su cabeza contra la pared. Una y otra vez. Impresionaba de verdad. Con una habilidad asombrosa, Basilio apoyó la Biblia en la camilla y extrajo de su bolsillo derecho, un hisopo de metal. Lo sacudía hacia la endemoniada a ritmo preciso y certero, arrojándole agua bendita. Marta vomitaba ua especie de espuma blanca, de olor insoportable. No, no, verde no era. No me rompas las pelotas. No seas pelotudo. Basilio siguió rezando en polaco. De pronto, la mujer se derrumbó. Y te juro por lo que más quieras, que se suspendió en el aire, levitó. No sé si fueron tres segundos, cinco o veinte. Pero te aseguro que así fue. Hay testigos, no te voy a embromar con eso. Después quedó como si le hubiera pegado una trompada Tyson. Quedó así. El cura se agarraba la cabeza. “Estoy agotado. Me duele mucho la cabeza”. Se retiró así nomás, maltrecho y sudado. La abuela se me acercó y me dijo que no me preocupe, que se la llevaba a su casa. “Hace como dos años que le viene el Demonio, dotor, y Don Basilio, que Dios lo bendiga, siempre nos ayuda, porque nos conoce de hace tiempo”. La chica se despertó como si nada. Se puso de pie y le preguntó a la abuela si se podían ir. Como médicamente estaba perfecta, no me opuse. Se fueron enseguidita.
Yo sé que para muchos parece una broma de mal gusto. La calma fue reinando de a poco. Los curiosos volvieron a su lugar de trabajo, aunque todos comentaban lo sucedido. Los más creyentes, aterrados. Nosotros, nos reíamos nerviosamente. El director me mandó a llamar para que le cuente esto, y así hice. Se cagaba de risa el tipo. Me dijo que le pasó varias veces cuando era pendejo y se ganaba la vida en las guardias de emergencias. Que hay gente para todo, que están re locos, que las sectas no sé cuanto…
Volví a la sala. Estaba el pajero de Willy con su Nokia a todo culo, mirándome con una cara de espanto bárbara. “Boludo, no grabó nada, me quiero matar”. Los días pasaron y la gran mayoría de mis colegas, muy científicistas y racionales ellos, no pararon de cargarme y sacarme el cuero. “Mirá ahí viene Linda Blair”. “No gires mucho el cuello en 360 que te complica las cervicales”. Me chupa un huevo. Por eso te llamé. Para contarte. Si vos me creés. ¿O no?

miércoles, octubre 04, 2006

martes, octubre 03, 2006

CON PERMISO


Debo confesarle que anduve merodeando por su casa. Sí, ante todo, las más de las sinceras disculpas por el atrevimiento. Sepa comprender. Lo estuve esperando. Tenía un montón de preguntas para hacerle. De verdad. En cualquier caso, le paso a contar lo que hice. Si es que me lo permite, desde luego. ¿Sí? Bueno, arranquemos entonces.
A eso de las 2 de la tarde llegué a San Ignacio, luego de una horita y media en el Horianski, que se detuvo en Santa Ana a cargar combustible. Lo pongo al día: hay escasez de gasoil, por una supuesta e inminente crisis energética que el gobierno de Kirchner, según apuntan desde la oposición, no tiene ni la menor idea de cómo manejar. Ahhh, no le importa. Disculpe la digresión. No quiero aburrirlo. Está bien. Como decía, llegué con un poco de demora. Para que sepa, los tiempos han cambiado. A mitad de camino subió un hombre con camisa blancuzca (el blanco puro no existe, todo se mancha de naranja), que se puso a hablar en guaraní por un moderno celular. ¿No sabe qué es un celular? Es un teléfono portátil, muy pequeño. Todos tienen hoy en día. Retomemos. Relativamente hacía algo de calor y estaba nublado. A lo lejos se podía percibir el susurro de la tormenta que vendría, según el meteorólogo de Canal 12, que dicho sea de paso tiene una puntería infalible. Bueno, lo del canal se lo explico otro día, es algo más complicado. Calzaba unas ojotas blancas, que en seguida se tiñeron de colorado, como todo por acá. Si, ya sé que lo sabe bien lungo. Shorcito deportivo y musculosa. Termolar cargado de jugo con mucho hielo. Yerba, vaso de vidrio y bombilla correspondiente. Me senté en una placita y me armé el tereré. Seguí. Orgulloso pagué mi entrada a la misión jesuítica San Ignacio Miní, por el módico valor de 3 pesos, ya que soy residente de la provincia. Usted ya la conoce, qué le puedo contar. Que desde 1984 es patrimonio cultural de la Humanidad. Que es impactante. Nada, en fin, que no haya visto. 1903. Estaba todo recubierto por la voraz selva de entonces, reducida a hoy a pinares artificiales para fabricar celulosa. Sacó fotos junto a Lugones. Allá por los 40´ fue despejado todo el lugar, para que se pueda apreciar bien la magna obra, abandonada a su destino. Botín de guerra de los imperios coloniales, presa de bandeirantes y mamelucos, blanco del Vaticano, trincheras paraguayas. Un poco de todo eso fue. Bueno, sigo. Kilómetro y medio después está su casa. Hay que caminar hasta el arco de gendarmería nacional, doblar a la derecha y meterle hasta el fondo. Después de una curvita leve, aparece. Está muy bien, la lleva al día. Primero recorrí el sendero de bambú, donde apenas pasa el sol, la tierra está húmeda y se siente una brisa en la piel que parece atrapada entre las cañas. A mitad de camino, levantaron una réplica de su primera casa, la de madera, la que se prendió fuego. Lo hicieron para una película, que creo no haber visto nunca, y eso que en eso no fallo. Entré. Estaba todo en su lugar, como me habían dicho. La Remington portátil, el bastón, los tatús embalsamados, la piel de yarará extendida a lo largo de la pared (¿mide dos metros o estoy loco?), el aljibe, la pequeña cama, la pileta. Le comento que agregaron una historieta del gran Alberto Breccia, un enorme dibujante argentino, quien ilustró para la revista El Porteño “La gallina degollada”, el cuento más espeluznante que haya leído jamás. Lo confieso. No quería llegar a revelarle esa debilidad, tan mía. “El almohadón de plumas” me hizo temblar también. No tiene nada que envidiarle a sus maestros, como Kipling, Poe y Maupassant. De verdad se lo digo. No, no. No es mentira. Para chupar traseros están los críticos. Hay crónicas suyas de La Nación y Crítica. Fotos por doquier. Se lo ve armando el bote donde pasaba horas navegando en la tensa clama del Río Paraná, como agricultor, como carpintero, como químico-fabricante-de-insecticidas-y-suero-antiofídico. Con sus hijos. Sus mujeres. Y sepa lo siguiente: no fue ningún tonto al elegir semejante vista al río. 185 hectáreas de predio, ahora en poder de la Gendarmería. ¿No lo sabía? Después le explico. Sepa que me conmueve su vida, sus avatares. Su vida signada por la absoluta tragedia. Su padre diplomático muerto accidentalmente cuando bajaba de un barco, por un disparo infame de escopeta, cuando usted apenas tenía días de vida. El suicidio en su propia cara de la posterior pareja de su madre. La muerte de su amigo, que le había pedido que le enseñe a disparar un arma de fuego, y ese tiro que se escapó. Sus tertulias con el grupo Boedo. La amistad con el ecléctico Lugones. El impacto que le causó esta hermosa tierra de Misiones allá por 1903. La locura de vivir en el ascetismo, en terrenos inhóspitos, viviendo de la caza y la pesca. Aislado. Incumpliendo permanentemente en su cargo de Juez de Paz. Los desplantes de sus mujeres. El cáncer de próstata. El Hospital de Clínicas. El veneno. Hijos suicidados, jóvenes. La esposa que ingiere el insecticida elaborado con sus propias manos. La agonía de 8 días. El dolor. Su segunda mujer, de 20 años, amiga de su hija. Ella fue la que donó las propiedades al Estado, por la falta de decendencia.
No quería despedirme sin saludarlo. Y que mucho de lo que escribió me estremece al día de hoy. Adiós “loco” Quiroga, hasta que nos tape para siempre la selva.