martes, noviembre 27, 2007

CUCHILLAZOS, DISPAROS Y UN LECHÓN ORGÁNICO


El sábado a la noche, entre costilla y costilla, uno de los invitados comentó que en una feria franca de la periferia posadeña, lugar donde los agricultores provenientes del interior de la provincia ponen a disposición a muy buenos precios los productos de la chacra, los lechones de unos ocho kilos -lo más parecido a la ambrosía que degustan los dioses del Olimpo- te cuestan cerca de sesenta mangos. Fetén, fetén. La gloria misma materializada en el paladar.
El comentario del visitante me asedió durante todo el día siguiente. Por esas cosas del destino, al carecer ocasionalmente de movilidad se me hacía imposible ir hasta la feria, a sabiendas que los mantecosos puerquitos muertos costarán más los próximos días por obra y gracia del calendario y de la inflación: las fucking fiestas disparan los precios.
De repente, mi celular empezó a vibrar y a titilar. “Nº Privado”, rezaba la pantalla. Maldije porque intuía que se trataba alguien del laburo que me molestaba en mi día de franco. “Hola, ¿Diego? Habla Ángel de San Javier. ¿Te acordás de mí?”. Tardé un par de segundos en reaccionar y caí. Le pregunté cómo andaba.
“Muy bien por suerte. Mirá, mañana tipo diez voy a andar por Posadas y me quería juntar con vos, viste. Te quería dar un regalo por la mano que me diste. Tengo un lechoncito orgánico, chiquito, casi sin grasa para llevarte”. Se me iluminó el pecho.
"Bueno, te espero. Un abrazo”, fue la escueta respuesta que me salió de la boca.
Corté el teléfono y empecé a bailar como un idiota. Mi mujer reía y mi hijo ni se enteraba de lo que sucedía. Un tipo que había visto una vez en mi vida, porque salió en le diario, me retribuyó con un lechón de granja. Se llama Ramón Ángel Tymcziszyn, tiene 37 años, es productor yerbatero de San Javier, un pueblo fronterizo con el Brasil. En diciembre lo quisieron apuñalar y lo corrieron más de 200 metros a balazo limpio. Hace una semana le prendieron fuego la camioneta.
*****
El hombre se había hecho muy amigo de la esposa y la hija de Rubén Natividade Da Lima, alias “Tío Nico”, un apodo que resuena invariablemente entre el hampa y el calabozo. Empleado de la empresa energética provincial, contratista de obras públicas de la comuna, el abrasilerado Nico se presentó como candidato a intendente de San Javier, donde es muy popular por su inconmensurable generosidad. Su mujer y primogénita, en tanto, trabajan en el supermercado que lleva al mismo alias carcelario del propietario junto a Jorge Natividade, un sobrino del acaudalado que dibuja los números grandes para que la Afip no se haga la chancha renga y se quede con más tajada de la que corresponde.
Ángel visitaba asiduamente el supermercado y entabló lazos muy cordiales con madre e hija. El sobrino de Nico, Jorgito, percibió que ambas mujeres le prestaban demasiada atención al polaco y se congraciaban con él en cuanto podían, y eso lo ponía violeta de rabia; no pasó mucho tiempo para que Jorgito, un huevón de 30 pirulos, vaya a las corridas a llevarle el chisme al poderoso tío.
“No fuimos más que amigos. Lo que pasa es que Nico no les daba bola y yo me ponía a charlar cada vez que iba al supermercado. Incluso, yo como favor les cambiaba los cheques por efectivo porque como vendo yerba me la pagan en efectivo”, confesó Tymcziszyn. Cuando se lo interrogó más finamente sobre su relación con las dos mujeres, el yerbatero se limitó a contestar con una muy pícara sonrisa.
Corría diciembre de 2006 y el calor de la frontera espantaba hasta las yararás. Ángel visitó a las dos amigas y estacionó el auto a una cuadra del supermercado porque sabía que Nico estaba “puto de malo”. Dejó las dos puertas abiertas y se puso a charlar con Carlitos Olivera, un inspector de tránsito compinche. De golpe, Nico Natividade con la cara desfigurada por el odio, arremetió blandiendo por el aire un cuchillo Martinazzo mientras esputaba todo tipo de improperios. “Te voy a matar, polaco de mierda”, fue la frase que dio el puntapié inicial para que Nico comience a lanzar puntazos a granel. Ángel, con destreza gaucha, esquivó una estocada tras otra. Carlitos, el inspector, interpuso su humanidad para que el agresor desconecte su impulso asesino y no resultó lesionado de puro milagro. Descontrolado y enceguecido, el candidato-cuchillero ingresó al auto de la víctima y le arrojó una puñalada directamente al pecho, pero Ángel se salvó, descendió del auto y le pateó el rostro al violento candidato que se desmayó por el impacto.
Agitado, Tymczizyn intentaba recuperarse del mal momento. Pero el derrotado agresor tenía sus refuerzos: el sobrino, Jorge se trenzó a las piñas con el yerbatero, perdió por escándalo, retrocedió hasta el supermercado y reapareció en escena con un amenazante revólver calibre 38.La víctima emprendió una fugaz retirada, mientras Natividade chico abría fuego a discreción. Encontró, para su suerte, refugio en la casa del contador de apellido Speyer.
Ninguno de los dos agresores resultaron detenidos, sin importar que el episodio fue a la vista de todo San Javier. Tras la presentación de la denuncia policial, los testigos afirmaron que Nico y Jorgito “amenazan a todo aquel que piensa declarar contra suyo, dado que, además de poseer mucho dinero es subjefe de Emsa y candidato a intendente".Incluso denunció a Tymcziszyn de haberle robado 3 mil pesos y un celular, pero su coartada tuvo el peso de una pluma y fue desestimada.
Dentro de la nómina de testigos, Liliana Tachile, según versiones provenientes de San Javier, habría sido tentada con 10 mil pesos para que cambiara el testimonio, ya que fue una de las citadas por la Justicia. Silvana Selmi, otra de las testigos, estuvo a punto de ser impactada por un proyectil y denunció al pistolero. “Hasta el día de hoy me amenazan vía telefónica de que me van a matar, le gritan desde un auto cosas agresivas a la noche a mi madre, esto es tremendo. No sé cómo este hombre tiene la cara para presentarse como candidato”, confesó Ángel.
Pero su derrotero no sería definitivo. Hace una semana, se levantó a las cinco de la mañana como todos los días para irse a trabajar a la chacra. Cuando salió a la vereda, la camioneta Peugeot de su propiedad estaba envuelta en llamas. En pocos minutos, sin embargo, pudo sofocar el fuego. “Rompieron la ventana del lado del acompañante con una piedra, que estaba al costado de la rueda, y tiraron un envase de plástico de medio litro más o menos con nafta. Las butacas, los visores, el tapizado, la palanca de cambios y el estéreo resultaron muy dañados". Las pericias de Criminalística hallaron fósforos en el interior de la camioneta y en la vereda, a los pocos metros. Tymcziszyn se presentó en la delegación policial y acusó a Rubén “Tío Nico” Natividade y a su sobrino Jorge de haber perpetrado el atentado.
“Hace 20 años que vivo en San Javier, todo el mundo me conoce y jamás he tenido problemas con nadie. Con esta gente ya tuve un inconveniente donde me quisieron apuñalar y me corrieron a los tiros, yo los denuncié y hasta el momento, con todas las pruebas que hay, la causa está parada en el Juzgado de Alem. Los acuso porque en otras ocasiones nos han amenazado por teléfono a mí y a mi madre, me gesticulan como que me van a hacer boleta”, relató Ángel.
La publicación de su caso lo protegió, en parte, de nuevos atentados. Nico le envió emisarios que le confesaron que no tuvo nada que ver. Un playero de una estación de servicio que tiene cámaras de seguridad le contó que un par de pibes en moto compraron una botellita de coca de nafta súper y le advirtieron que no diga palabra porque la iba a pasar mal. Jorgito habría pagado 500 pesos a cada motoquero para que incendien el coche de Ángel. Hasta ahora, todo quedó en la nada.
Rubén “Tío Nico” Natividade, en tanto, ganó por afano las elecciones y desde el 10 de diciembre será el nuevo intendente de San Javier.

lunes, noviembre 12, 2007

TEMBLOR

Un trueno, una guitarra, cuerdas, vocales, luces, agua,viento, barro, huesos.
Todo se desvaneció cuando, al fin, el Hombre decidió tirar todo por la borda en un cinético ejercicio efectuado por un círculo de incrédulos aduladores de la palabra, del oro y del poder.

*

La Nada se erigió detrás del vidrio, ignominiosa, y asustó a las bípedas conciencias con un "¡Bú!" breve pero intenso.

*

El Hombre se animó. Dio un sonoro portazo tras sí y el mismísimo Universo, apichonado y temeroso, pasó a ser simplemente un testigo mudo, como si fuera un niño desguarnecido a la salvaje intemperie.

domingo, noviembre 11, 2007

EL ESPERADO Y ESTELAR REGRESO DE JACK DULUZ


Pasó mucha agua bajo el puente. Jack se alistó como voluntario en una guerra interestelar a cambio de unas monedas. Fiel a su estilo, desenvainó y arremetió contra cualquier contrincante que osó cruzarse en su camino. Fue raptado por un grupo de venusinos cocainómanos que lo sometieron a todo tipo de tormentos. Malherido, logró escapar del presidio. Deambuló entre los restos de satélites soviéticos y pudo conversar en esperanto con la cadavérica Laika por más de dos horas.
En Marte se cogió una estrella negra de once puntas, en Saturno se fumó un anillo y cayó prisionero de la Policía de la Razón Cósmica a los pocos años luz. Le trasplantaron el hígado y un pulmón. Muchos lo daban por muerto. Pero cuando nadie apostaba dos centavos por él, se sacó las sondas de un tirón, rompió con los dientes la camisa de fuerza, le pateó la quijada al enfermero y se tiró por una ventana que daba al mismísimo abismo.
Jack está de vuelta. Y amenaza con acogotar al viejo Dios hasta dejarle la cara azul.
Acompáñenlo. No se arrepentirán.

UPSTAIRS



Enrique subió despacio las escaleras. Escalón por escalón, jadeante. Ni bien llegó al umbral, soltó los hombros, resopló y se acarició el bigote amarronado con el pulgar y el índice de la mano derecha. Cauteloso, abrió la puerta, que emitió un breve pero agudo chirrido que pedía a gritos algo de lubricante para calmar el dolor. Cuando abrió, Enrique se petrificó, como si hubiera visto al diablo en persona.
-Rezá, hijo de puta.
Un estruendo seco retumbó en toda la cuadra. Segundos después, el peso muerto de Enrique estremeció hasta los propios cimientos del viejo edificio de la calle San Lorenzo.

sábado, noviembre 10, 2007

ASÍ LLEGASTE





“Mirá, sos muy chiquita. Además, los monitoreos nos indican que puede llegar a haber una vuelta de cordón. Así que evitemos complicaciones y esta noche hacemos la cesárea”. Automáticamente, Juli, me mandó un mensaje de texto mientras yo mateaba y picaba algo del reviro que los colonos yerbateros que desde hace 40 días acampan con sus desvencijados tractores en la plaza 9 de Julio mareaban en una gloriosa olla negra. Me quedé helado. Salí cagando y monté un taxi que recién arrancaba de la parada. Cuando nos vimos, empezamos con los preparativos: el bolso con las cosas necesarias, guita, obra social, carnets, documentación y muchos etcéteras. Entre pitos y flautas, llegó la hora “h”. El martes 19 de junio amenazaba con ser, por lo menos, adrenalítico.
Compartíamos pieza con un matrimonio joven, obrero y ya experimentado en esto de tener alguien más que rompa el círculo hombre-mujer. Vino el camillero, la vistieron, le pusieron una vía en la mano derecha y la subieron a la camilla propiamente dicha. La acompañé por los calurosos e intrincados pasillos del sanatorio hasta llegar a un lugar donde mi presencia no era necesaria. “Señor, tiene que dar la vuelta a la derecha, bajar la rampa y quedarse en la sala de espera. Lo van a llamar. Después, retome la rampa que le van a entregar el bebé”. Las indicaciones eran sencillas, pero me parecieron equivalentes a la caída de la bolsa de comercio de Uzbekistán por la incidencia del poroto negro bengalí en la cotización del dólar paralelo. Así todo, encontré el lugar. Al mejor estilo Bielsa, fui y vine mirando las baldosas, autómata y con millones de pensamientos que se me cruzaban. Desde los más bellos e inesperados hasta los siniestros. A los cinco minutos, un tipo repleto de barbijos y bolsas con pinta de científico loco que maneja virus para hacer una bomba bacteriológica, me encara de sorpresa y me dice: “Es poca a ropa, hace mucho frío. Tráigale una manta y más abrigo”. La palabra “manta” derrumbó mis enclenques previsiones como castillo de naipes . Yo sabía que no había tal manta, y por ende, debía ir a casa a buscarla. Gran cagada. El celular reventaba de llamados curiosos que preguntaban todo mientras por otro lado le garpaba al tachero. Revolví todo y encontré la manta de mierda. Rajé de vuelta. Entregué todo. El abrigo que traje, envuelto en la locura, era para cuando la criatura ingrese a la Universidad, más o menos. Caos. El vecino de zapie me prestó ropa. Vergogna. Pasó el zafarrancho. El reloj trasmitía la tensión de los últimos segundos de un partido de básquet que no se define y que viene cabeza a cabeza. De repente, escucho un llanto que rajó la tierra. Una y otra vez. Era él. Había llegado. Y por lo menos, de los pulmones, parecía andar bien. Me llaman. Voy donde me dijeron. Me esperaban dos puertitas de madera que en realidad se asimilaban a ventanas. Se abren. El mismo que me reclamó más pilchas me hace firmar no sé qué. Viene una tordilla con algo entre los brazos envuelto con la puta manta. Me lo entrega. “Tu bebé está bárbaro. Es hermoso. Pesa 2 kilos 800”. Lo agarro y lo miro. Increíblemente está con los dos ojazos abiertos, relojeando todo a su alrededor. Caminamos juntos hasta la habitación a esperar a la madre. Estuvimos solos una media hora y nos dijimos sin hablar de todo. Lloramos con la mamá, sumergida en un vaho de droga pos peridural. Ella no podía moverse por la herida, tras lo cual hice una aceleradísimo curso de paternidad, que pese a las inevitables vacilaciones iniciales, aprobé con creces y muchísima dignidad.
Así vino Ernesto, ese pequeño ser, guerrero con piel de poeta. Llegaron mis suegros, mi vieja. Tras dos días, de vuelta a casa, a encarar esta nueva vida de pañales, óleo calcáreo, algodón, llantos, leches, tetas, cordón que debe caerse, sueño interrumpido. Por suerte, y tocamos madera, el quía de noche duerme de prima, así que ojeras violentas hasta el momento no tenemos. Volví al trabajo-enfermedad del periodismo gráfico. El martes que viene cumple dos semanas. Y mucho no se puede decir. Ustedes lo han visto. Nada más me/nos cambió la vida.