martes, marzo 25, 2008

PELELE, EL PARAGUAYO


Un pelele impío crucificado por los pies, como si fuera un cordero de seda que mira el centro de la Tierra con algo de miedo. Parece un mullón o un cogollo -no lo sé muy bien- indulgente, chusma y poco viril. Le gusta contemplar las puertas verdes aunque más no sea para perder el tiempo, porque podría estar comiendo un helado derretido como le enseñó la mamá, que no saca granitos en las tetitas porque hace bien. Ya la abuela cordera, descanse en el estómago de Don Celso en paz, había predicado la palabra de Jesús El Salvador de Todos Nosotros. Por eso son corderos. Somos, en realidad. Nos sacrificaremos en rebaño sin pensar en nada, solo en la felicidad eterna que nos depara no dentro de mucho, porque somos finitos y no gruesos, porque se nos corta la vida en cualquier momento y hay que estar preparado para ir con Dios, padrecitotodopoderosoaménguataí.